Las personas (las maravillosas personas) que han apostado por mi trabajo para guardar su vida lo han hacen por diversas razones. Lo sé.
Muchas se declaran coleccionistas de cuadernos.
Otras, apasionadas de la encuadernación, ven los libros como objeto de deseo y de arte.
Algunas, quizás las más, son personas creativas que necesitan volcar sus ideas en un espacio que haya pasado previamente por un proceso creativo, que sea inmediato, y que no tengan que esperar “a que se encienda” (ese mismo espacio digital, magnífico y práctico, pero que también está, a veces, “demasiadas” horas con ellas). Las hojas del libro, su olor, su tacto, son un espacio cálido y conocido, atemporal; un punto de desconexión con su trabajo diario. Esos cuadernos están llenos de bocetos de todo tipo, de ideas sueltas, de pensamientos fugaces. Me gusta imaginármelos así, parecido al mío…
Otras, necesitan ese libro para guardar las experiencias de sus viajes. Porque claro: no se trata sólo de escribir lo que se ve: a veces no hay tiempo para eso. Ni ganas. Se trata muchas veces del después: de darse un tiempo para saborear los recuerdos, para pegar en él las entradas de los sitios que visitamos, para colocar alguna foto especial; el ticket de ese restaurante maravilloso -u odioso, en donde nos cobraron un precio estratosférico por dos cervezas y unas patatas y queremos recordarlo-; la hoja de ese árbol desconocido bajo el que estuvimos disfrutando de una sombra y una botella de agua… Luego, ese mismo libro, cuando lo abramos después del viaje, tendrá dentro de sus páginas arena, una mancha de café, quién sabe qué más restos orgánicos. Tal vez la cubierta haya sufrido con arañazos de todo tipo. No importa. Se ha convertido en una parte nuestra. Su exterior está hecho de piel, como nosotros.
Otras utilizan ese diario para un momento o etapa especial de su vida. Para guardar los recuerdos de una boda, después de utilizarlo como libro de invitados donde todos han dejado sus recuerdos.
O para recordar todas las ocurrencias del nuevo ser que ha puesto patas arriba su vida, un pequeño o pequeña Charlot que todos los días les ofrece algo nuevo.
O para contar la historia de un amor que quede para los hijos y los nietos, al modo de El diario de Noa. Quién sabe.
O para homenajear a un ser especial que sigue ahí a pesar de la ausencia de su cuerpo. Un familiar amado que necesita algo más que un álbum.
O incluso -por qué no- como homenaje a un creador que formó parte de su vida de una manera tan íntima que sólo recogiendo su obra unida a sus experiencias e ideas en un libro podría hacerle justicia.
Quizá ese libro de viajes sólo recoja sueños. ¿Sólo? La maravillosa Up nos enseña que los sueños pueden hacerse realidad. Lo que pasa que no siempre como esperábamos.
Otras, quizá las más, necesitan ese libro como un diario personal. Un compañero que les apoyará en esos momentos -minutos probablemente- en los que se permitan estar a solas. Ordenar ideas. Demonios. Sentimientos encontrados. Un lugar donde se han permitido perdonarse. Donde también han perdido perdón a alguien a quien ya no pueden volver a ver. Donde se permiten recordar cosas que no contarían a nadie, ni bajo tortura, coacción o pena de cárcel. A nadie. Es su “jardín secreto“, que diría el viejo Bruce.
Y tú… ¿dónde guardas tu vida?
[youtube http://www.youtube.com/watch?v=1LG5-Lj8LzQ]



Oh..yo siempre tuve agendas feas, sin gracia, que iba llenando con poemas, frases, stickers, recuerdos..incluso tengo un abecedario creado por mí !!! (no fuera que cayera en manos ajenas), al terminar, cada agenda era un tesoro,( creo que ahora le dicen” Journaling”)..Y cuando tuve a mis niños perdí eso..ya no tuve tiempo…Pero ahora que estoy en una etapa de hacer lo que quiero y de quererme más, lo voy retomando de a poco…creo que es una manera de conectar con uno mismo, de sorprenderte cuando lees lo que pusiste hace 1 año o 2 días…También tengo un cajón donde guardo cartas, postales, el lazo de algún regalo especial, el envoltorio de un bombón que fué la guinda de una tarde perfecta, etc…cosas que para los demás no son nada, pero que son recuerdos visuales de los que no me puedo desprender…
Hasta la agenda o cuaderno más humilde se convierte en un tesoro cuando está lleno de recuerdos… muchas gracias por compartir un trocito de tu espacio más íntimo, Paula.
🙂 Yo guardo mis viajes en una preciosa Orientalis que me regaló una de mis mejores amigas… pronto le tendré que dar una hermanita 😉 Un beso preciosa
Me apunto lo de la hermanita. Muchas gracias 😉
Yo me hize mi primer diario a falta de uno que me satisfaciera. Eran encuadernados de un modo tan ”mecánico” que aunque agradables a la vista les faltaba la calidéz que amarrara las vivencias volcadas sobre el papel con el defecto humano que vuelve únicos a los objetos.
Por fortuna que algo sabía de encuadernación para finalmente decirme a hacer ”el diario” a mi gusto, necesidad y sentimiento.
Y conforme escribí en él precísamente fui abriendo esos espacios de ruecuerdos y vivencias que mencionás. Y en efecto, en el mio , a pesar de que trato de que únicamente destaque lo bello, también hay una que otra línea dedicada a esas cosas feíllas que uno encuentra en sus viajes.
Y entre las bellezas, cómo no destacar la hermosura de tus obras Raquel, descubiertas en mis viajes cibernéticos.
Sorry por el precio estratosférico por dos cervezas y unas patatas. Lo he vivido…
Luis, qué decir: si gracias al deseo de volcar y conservar tu vida en una obra pareja a tus vivencias surgió nada menos que El Diario de los Viajes y tus genuinos Codex Medievalis… qué bien que no encontrases nada a tu gusto. Así tenemos el placer de disfrutar de tus obras. Y, sí esa era mi intención con esta entrada: explicar lo que me llevó a editar el vídeo que veis porque son expresiones de algo que nosotros repetimos muy a menudo, volcar nuestros recuerdos y pensamientos de forma apasionada en un papel, dentro de un espacio personal, cálido, que nos sirve para repetir las experiencias vividas y hacerlas aún más nuestras si cabe…
Esperando a tener un momento para poder “saborear” tu entrada…
Por fin hoy he tenido un ratito! Voy escribiendo en libretas y guardando de todo… tendré que hacerme con una de estas joyitas para escribir mis particulares memorias de Africa!
Buen fin de semana! Por cierto el libro me encantó!
¡Muchas gracias por comentar, Paula! Suele ser muy habitual que los cuadernos sean compañeros inseparables de las personas creativas, así que no me extraña entonces que tú tengas varios para guardar dada tu desbordante creatividad 😉 Me alegro de que te gustase “El tiempo entre costuras”, precisamente los profesionales del mundo textil seguro que podéis saborear aspectos que para otros nos pueden pasar desapercibidos…