Un nuevo año es como un libro en blanco
A mí sí me gusta el ritual de las doce uvas para celebrar el paso al Año Nuevo. Eso fue lo que pensé cuando el otro día debatían en la radio el sentido de ciertas tradiciones. Es cierto que estos días festivos pueden llegar a ser estresantes y para muchas personas carecen de alegría por diferentes motivos: sencillamente no hay nada que celebrar. Y que el propio ritual de las doce uvas puede ser algo tonto. Pero por eso mismo me gusta: porque es divertido y porque no tiene ninguna finalidad más que jugar, en este caso con la suerte. Por eso creo que es una de las pocas cosas que no merecen ser criticadas, ni juzgadas, ni cuestionadas. Es un juego, y como tal uno decide si quiere o no jugar. En todo caso me gusta mucho la idea de que en ese momento muchas familias estén comiendo uvas…