Del maquinista, y de su Deseo

“Las lágrimas de emoción de sus amigos, testigos incrédulos de todo, no tenían comparación con las de Guille. Se abrazó a Camino, se puso una camiseta de la Fundación Pequeño Deseo, y fue el niño más feliz del mundo. Con cuarenta kilos, sarcoma de Ewing, sin pelo, secuelas de radio, quimio y todo lo demás era el niño más feliz del mundo”. ¿A qué hora llega papá? Juan Rico Ordás. Hoy solo voy a contar una aventura. La historia de un Deseo.A mi pequeño eremita, como a cualquier niño, le gustaban muchas cosas. Pero una empezó muy pronto a ocupar la mayor parte de su tiempo y de sus anhelos: los trenes. Podrían haber sido los libros, ya que estamos. O los animales. Vivir al lado de un apeadero de Renfe y Feve puede crear gustos muy concretos, pero no creo que sea capaz de mantenerlos en el tiempo y…

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No sirves, no existes

El año pasado tuve la fortuna de asistir en Valencia al curso de Restauración de encuadernaciones impartido por Arsenio Sánchez Hernámperez. Un curso ameno, completo, desarrollado a la perfección por un profesional de infinita paciencia. En el último trabajo que he realizado, me he acordado aún más si cabe de algunas de las enseñanzas aprendidas, pues consistía en el desmontaje de varias encuadernaciones. Arsenio nos comentó acerca de varias encuadernaciones “sin valor”, del siglo XIX -si no recuerdo mal- que habían desaparecido de la Biblioteca Nacional en pro de otras mejor terminadas, de gran calidad, realizadas por un encuadernador de prestigio, que preservaban como debía ser el contenido. Hasta ahí todo bien, ¿verdad? Eran encuadernaciones que estaban perjudicando la preservación de ese documento. Ahí comienza el peligro de categorizar las cosas y moverse únicamente por protocolos nunca cuestionados. La encuadernación es un documento en sí misma, aunque de hecho no…

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Una nueva aventura

Cuando de pequeños nos dicen que  vamos a vivir una “gran aventura” nos imaginamos viajes intrépidos por el mundo, sorteando adversidades y enemigos, probablemente vestidos de pirata o de aventurero al estilo Indiana Jones o de periodista a lo Rita Reporter. Pero resulta que un día descubres que las mayores aventuras, muchas veces, se viven de puertas para adentro. En nuestro interior, o a través de alguien que se ha gestado en tu interior. De repente el mundo cambia por completo, se da la vuelta y el orden de prioridades cambia radicalmente. Y esa aventura, que aparecía en tu imaginación veloz y dinámica, de repente se presenta a cámara lenta, con música suave. Tranquila y discreta en su revolución, pero devastadora. La mejor aventura que podías haber imaginado.

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Retroalimentación

He puesto intencionadamente este “palabro” -que diríamos cuando no sabemos muy bien qué significa algo- en sustitución de aquella inglesa que más se suele mentar para explicar lo mismo: el famoso “feedback“. La primera vez que oí esta palabra fue en un curso para formadores. Uno de mis compañeros mencionó que, como profesor, no se solía percibir el feedback en los alumnos. Al final del curso cada uno íbamos a preparar una clase sobre nuestra especialidad para que pudiera ser calificada por nuestros compañeros, con el fin de corregir errores y mejorar, pero también de decirnos nuestros puntos fuertes.

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Capítulo uno

Así suelen comenzar los libros que leemos, una vez que pasamos la parte de las dedicatorias y de la introducción, si la hubiere.  Otros prefieren buscar empaques alternativos del pensamiento y no ceñirse a moldes. Quizá porque, si pensamos en nuestra propia vida, ¿dónde comienza el Capítulo I? ¿Acaso ya dentro del útero materno? ¿O quizá cuando la primera bocanada de aire atravesó nuestros pulmones? ¿Eso quiere decir que ya no hay vuelta atrás, que la vida es una sucesión de capítulos hasta que escribimos la palabra Fin?

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Un nuevo año es como un libro en blanco

A mí sí me gusta el ritual de las doce uvas para celebrar el paso al Año Nuevo. Eso fue lo que pensé cuando el otro día debatían en la radio el sentido de ciertas tradiciones. Es cierto que estos días festivos pueden llegar a ser estresantes y para muchas personas carecen de alegría por diferentes motivos: sencillamente no hay nada que celebrar. Y que el propio ritual de las doce uvas puede ser algo tonto. Pero por eso mismo me gusta: porque es divertido y porque no tiene ninguna finalidad más que jugar, en este caso con la suerte. Por eso creo que es una de las pocas cosas que no merecen ser criticadas, ni juzgadas, ni cuestionadas. Es un juego, y como tal uno decide si quiere o no jugar. En todo caso me gusta mucho la idea de que en ese momento muchas familias estén comiendo uvas…

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Carpe Diem (Meditatio) II Vivere Memento…

Hay días muy especiales. De esos en los que te levantas y, sin esperarlo, tienes un premio. El azar ha determinado que ese día, y no otro, sea quizá uno de los más especiales de tu vida. Sientes la necesidad de anotarlo y lo haces en lo primero que tienes a mano: en el calendario que te dieron en la panadería con la imagen de San Lorenzo, en ese bloc de notas que tiene sólo tres hojas porque te lo destrozó tu hijo, o en la mano con un boli de Bic que ya no escribe porque hace mucho que perdiste el capuchón. Bueno. Pues eso se acabó… al menos para el/la afortunado/a futuro poseedor de la pequeña Carpe Diem Meditatio.

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Carpe Diem (Meditatio)

Hace un año, Delia me propuso poner el nombre de “Carpe Diem Meditatio” a unas posibles agendas. Es decir: no un libro en blanco, sino unas agendas que nos recordasen a qué hora debemos ir a tal o cual sitio y que nos permitan planificar la vida a aquellos que, como yo, necesitamos cierto orden para salvar la memoria. Este año, por fin, ya tengo la posibilidad de realizar esas “Carpe Diem Meditatio”. Pero sí que es verdad que para adaptarlas al formato de cartera que es el emblema de esta serie de encuadernaciones tuve que hacer ciertas modificaciones.

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Diente de perro

Diente de perro. Es un nombre curioso, y suena bastante agresivo. De hecho me acuerdo de la primera vez que lo oí: estabamos en las primeras clases de encuadernación haciendo un repaso sobre los tipos  de cosidos. También se nos dijo que era un tipo de costura non grato para la conservación documental, de tal manera que si nos lo encontrábamos algún día (porque era relativamente frecuente en encuadernación de archivo, para cosido de hojas sueltas) debíamos plantearnos una alternativa.

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