Qué descansada senda…

… la del viajero. Toda rutina pesa, incluso aquella que es acogida con pasión. Quizá esa agota aún más. De repente todas las ideas se amontonan, pujando por salir primero. Si no nos cuidamos, podemos quedarnos en un punto donde no nos movamos, con ese hormigueo raro en los pies. Por eso a veces es necesario dejar esas ideas en un sitio, calzarse las sandalias y el sayo más viejo, coger la Meditatio -por supuesto- y echarse a los caminos buscando que la mirada repose en el infinito.

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