
Yo no sé si a vosotros os sucederá, pero en mi caso, después de varias horas de trabajo, en el momento justo en que me distraigo y relajo, es cuando surgen las mejores ideas. Y entre ellas, están las entradas de este blog. En un momento de asueto y deliciosa compañía sucedió un momento disruptivo por parte de alguien que no conocía y que, simplemente, quedó ahí. Es decir: sucedió, supuso un ligero peligro para mi integridad física (difícilmente “restaurable” en este caso)… y acabó ahí. No disculpas corteses. No un reconocimiento de la acción. No un: “vaya despiste” o un mecánico “lo siento”. Nada de eso.
Qué cosas tiene la mente. Automáticamente pensé: bueno, quizá esto es lo que algunos escritores temen que acabe convirtiéndose en asunto de “otra época”. ¿Otros usos, otras costumbres?
Yo no lo creo. Pero sí creo firmemente en que, antes del: “no hagas esto, haz lo otro”, funciona mucho más el: “siempre ví esto, siempre vi hacer-decir lo otro”. Estoy convencida. Quizá porque, por ejemplo, no recuerdo ni una sola vez en mi vida oír decir a mis padres: “no tires eso al suelo”… seguramente alguna vez me lo dijeron, no obstante. Pero es que realmente tampoco recuerdo ver a mis padres dejar basura cuando salíamos de excursión o tirar algún envoltorio al suelo. Creo que no es una idealización, simplemente es el recuerdo de una costumbre que, como todas, tendría sus excepciones, pero que me quedó como la huella de una norma.
Bueno, pues este discurso que no parece relacionado con la restauración en realidad sí tiene una cierta relación. También se me ha puesto varias veces en duda la “necesidad” de restaurar el papel, del mismo modo que hoy se plantea la “necesidad” de editar en papel. Estamos en una era de la digitalización, de la virtualidad, cuyas virtudes acojo con toda la satisfacción del mundo. Sin embargo, soy conciente de que me muevo entre papeles y objetos de otro tiempo. ¿Qué necesidad hay de conservar la parte MATERIAL de esa información pudiendo conservar en bits la “información” propiamente dicha?
Creo que la respuesta verdadera a estos “usos” de hoy en día los dará el tiempo, sin duda. Pero hoy por hoy, del mismo modo que para un niño es necesario convivir en sociedad, el soporte del papel, las tintas, los sellos, las marcas de agua, la verjura, la encuadernación, las huellas dactilares, las firmas, las dedicatorias, las barbas del papel artesanal… también deben tener su hueco en esta sociedad.
Si sólo conservamos la información escrita, nos perderemos el resto de toda esa enriquecedora información. Si sólo conservamos la información virtual, en breve, otros “usos”, y de una forma radicalmente vertiginosa, susituirán a los digitales.
Conservemos ambas cosas… ¿por qué no?
No es algo trasnochado. Ni radical. Ni decimonónico.
Es respeto.