Ana María Matute

Tendría yo unos 15 años cuando leí “Primera Memoria” por primera vez. Supongo que íntimamente me identifiqué con aquella protagonista solitaria, si bien las circunstancias de ambas eran -afortunadamente-, distintas. Hoy, Ana María Matute ha recibido por fin el merecido reconocimiento del Premio Cervantes. Y no quería pasar sin dejar unas palabras de recuerdo hacia esa mágica mujer. Así que he escogido unas palabras del bello discurso que nos ofreció, para recordarla en este día. “San Juan dijo: el que no ama, está muerto. Y yo me atrevo a decir: el que no inventa, no vive.”. Ana María Matute.

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Antes, durante, después… y dentro de muchos años

En los próximos días voy a disfrutar de mi familia en mi tierra de nacimiento, León. Estaré en un pequeño pueblo en donde sólo hace un par de años entró el primer autobús de línea que conectaba con la capital… Sí, es cierto; y no se trata de un pueblo de montaña con un complejo acceso, sino a poco más de 10 kilómetros y lindando con la planicie del Páramo. Hasta ese momento los habitantes teníamos que coger el autobús a dos kilómetros del pueblo, un poco “de estrangis”, en la propia carretera general. Los pocos jóvenes que éramos debíamos adaptarnos a ese medio para poder ir a la capital, con lo que sacarse el carnet de conducir y tener un medio de transporte propio era imprescindible para poder seguir estudiando tras el Bachillerato. No había alternativa.

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Restaurar vs. digitalizar… ¿Otros usos, otras costumbres?

Yo no sé si a vosotros os sucederá, pero en mi caso, después de varias horas de trabajo, en el momento justo en que me distraigo y relajo, es cuando surgen las mejores ideas. Y entre ellas, están las entradas de este blog. En un momento de  asueto y deliciosa compañía sucedió un momento disruptivo por parte de alguien que no conocía y que, simplemente, quedó ahí. Es decir: sucedió, supuso un ligero peligro para mi integridad física (difícilmente “restaurable” en este caso)… y acabó ahí. No disculpas corteses. No un reconocimiento de la acción. No un: “vaya despiste” o un mecánico “lo siento”. Nada de eso.

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“Reparar”, “reciclar”… y “restaurar”(I) El celo y la guillotina.

Los seres humanos estamos programados para solucionar nuestros propios problemas (especialmente cuando el montante económico no acompaña demasiado), pero así evolucionamos como especie, y así pudimos comenzar a inventar e innovar. Por eso no es raro que todo el mundo tenga un conocido que sabe hacer “algo”, que es un “manitas” o similar. Y benditos sean, nos sacan de muchos apuros a cambio de un café. Pero también en este caso a veces la distancia entre el profesional y ese hombre o mujer habilidoso/a se diluye cuando éste no es consciente de que no es profesional y cree ser lo que no sabe…

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Esos (casi) imperceptibles detalles…

Esos insignificantes detalles diarios… qué dificil son de apreciar a veces, pero ¿qué sería realmente nuestra vida sin ellos? Ser restaurador, y estar formado para fijarte en los detalles más pequeños de los objetos, te ayuda a ver la vida de una forma distinta, a dar importancia a realidades que muchas veces pasan desapercibidas.

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Meditatio (I)

Meditatio es el nombre que le di a mi primera encuadernación de cartera en piel. Por ser la primogénita, tendré siempre debilidad por este diseño y por lo que simboliza. Si consultamos el significado de ese término latino, “meditatio” significa no sólo lo más obvio: meditación, reflexión, consideración. Por ello, ya era un buen nombre para un diario personal en el cual pararse a pensar, a meditar en un momento del día y dejar por escrito los recuerdos y pensamientos más íntimos.

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