Procesos de trabajo sobre los periódicos: eliminación de restos, unión de partes, reintegración y refuerzos

Uno de los encargos que tengo actualmente es una serie de periódicos de 1935. Es de estas restauraciones en las cuales, mientras realizas un injerto (es decir: colocas una pieza de papel nueva en el lugar donde había un vacío), o reaprestas el papel (es decir, lo dotas de mayor consistencia para su manipulación a través de un nuevo encolado en húmedo, todo ello con materiales de restauración), no puedes evitar girar la vista y ponerte a leer la actualidad del “día” en esa fecha.

Soy una de esas personas que, mientras cocinan con la televisión puesta de fondo -y aún no haciéndole demasiado caso-, son capaces de correr al mando a distancia con las manos en harina para cambiar de canal cuando empiezan los anuncios. Quizá lo que más me ofende es la invasión auditiva de ruido y manipulación amplificada, a veces agresiva, de la publicidad actual; y eso reconociendo que, a veces, algunos anuncios son más interesantes que muchos programas. Por lo menos son más creativos.

Pero eso sí: llegar a alcanzar la excelencia literaria de los anuncios de antaño, cuando la imagen tenía pocos medios para manifestarse y la palabra era el elemento más persuasivo… hoy nos fascina.

Ya nadie escribe así. De verdad: echen un ojo a esos anuncios. Vean con qué persuasión nos intentan convencer de que su producto, sea el que sea, no sólo es bueno: es milagroso. No hay otro igual.

Llaman a las cosas por su nombre, sin ambages. Nos reclaman en negrita y con los dos signos de admiración bien puestos: “¡NERVIOSOS!”. No hay sonido, pero como si lo hubiera.

¿Y el esmalte nacarado de rosas “Carpe”? “Usted puede ser preciosa“. La alusión es directa: ¿quiere conseguir marido? pues no lo logrará si no parece una estrella de cine.

O el compresor “Hernius” automático. En periódicos de aproximadamente seis páginas (sí, seis), podemos encontrarnos unos tres anuncios por palabras de ingenios que prometían acabar con los problemas de los herniados. Me llamó mucho la atención.

Preguntándole a mi madre, me recordó que antaño la gente se “herniaba” mucho -evidentemente no por estar en una oficina dirigiendo el mundo-, y como no disponían de dinero para operarse, debían colocarse algún tipo de invento para sujetarse su hernia. Si os fijáis en los anuncios, había una competencia encarniazada por ser el mejor compresor de hernias del mercado. Demanda=oferta…

Pero no sólo eso. Os presento un auncio que seguro que os sonará. Mi pobre coche, que duerme a la intemperie, suele aparecer adornado con alguno de ellos. Supongo que al tener la pintura en un estado tan lamentable me consideran cliente potencial, como si todos lo que llevamos un coche que anda pero no luce tuviésemos un tesoro debajo del colchón. Pero sería terrible para mí si tuviera que vender oro para sobrevivir…

Eso, reforzado conuna “nota gráfica” en la cual nos indican que, debido a la crisis financiera, grandes cantidades de oro están siendo retiradas de Francia, hace que se nos haga “presente” el pasado.

Hay otros que nos llevan lejos, nos invitan a cruzar el océano en barco y nos ofrecen los precios de la época; otros, nos dicen que Las hermanas Palmeño lidiarán cuatro novillos de casta, con sorteo incluido (al estilo del “Un, Dos, Tres”, con saquito misterioso) y la visita de Miss Palermo, nada más y nada menos.

Parece fácil ser tan persuasivo con las palabras, pero no lo es. La forma de expresarse y reclamar la atención por medio de la retórica hoy se nos hace tan de otra época que hasta nos parece tierno. Sí, es curioso porque este tipo de anuncios se nos hacen ingenuos, y sin embargo utilizan todas las técnicas que poseen en sus manos para convencernos de que lo suyo “es lo mejor”.  Ni siquiera los políticos se esfuerzan tanto en llamar nuestra atención de una manera tan obvia. Hoy, se utilizan otros “trucos” dentro del arte de la persuasión, pero se enfrentan a un público casi agotado de estímulos… Nos sentimos inmunes, casi poderosos, porque no nos creemos nada. ¿De verdad? Si fuera así, no existiría la programación repetida y exitosa de ciertas cadenas televisivas.

... que se lo digan a quien la padece.

Hace semanas que en mi página de Facebook de El códice del Eremita llevo ofreciendo esas imágenes con el fin de que compartáis mis emociones. No es lo mismo verlo en una imagen que tener uno de estos periódicos en las manos, es cierto. Es un traslado inmediato, casi un viaje mental, a otro tiempo que es nuestro, y que no está tan lejos.

Nos enfrenta a nuestros propios fantasmas actuales, nos recuerda los privilegios de los que hoy disfrutamos, y también nos dice que no hemos cambiado tanto como pensamos. Que la historia no es una línea recta, que hay saltos en el tiempo, y que de un plumazo podemos perder muchas cosas.

Quizá, no llegando tanto, puede que no sólo vuelvan los anuncios de “compro oro”… sino que proliferen los compresores automáticos para dolencias que se curan con una sencilla operación; del mismo modo que hoy nos pretenden convencer de que, como antaño, las “píldoras mágicas” sirven para los problemas más complejos de la existencia.

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