Aunque procuro alternar mis entradas entre las diferentes temáticas de este blog y ahora sin duda tocaba algo sobre restauración documental, voy a hacer una excepción.
Buscando información entre mis fotografías encontré las que os muestro. Fueron tomadas en Pamplona hace aproximadamente un año, durante una ruta que hicimos hasta Barcelona.
En la bella ciudad que os digo se encuentra esta enorme y grupal escultura que homenajea los Sanfermines. Como veis, se presta a realizar fotos desde todos los ángulos dramáticos posibles, buscando el contrapicado de cine que le dé ese punto realista, como si las figuras cobrasen vida.
A lo largo de todas las vacaciones hice también algunas fotos con mi libro de viajes en diferentes lugares, con la idea de imaginarme alguna historia que le diera una segunda vida a la misma escena. Así que tras enredar un rato con la escultura y con mi cámara, y cuando ya me disponía a continuar el paseo, se me ocurrió hacer una segunda tanda de fotografías con mi libro.
Mientras las hacía, pensaba en cómo colocar el diario de la forma más dramática posible, y en la historia. Algo un poco estúpido, seguramente, del tipo cualquier cosa antes de que me quiten mi Metitatio. No me acuerdo. Lo cierto es que durante un momento no le veía yo demasiado sentido al asunto -aparte de hacer un rato el tonto, que es una necesidad vital cuando se está de vacaciones- pero me pudo la tentación de la mano abierta del protagonista, en donde encajaba perfectamente el diario, y de ver su color rojo y su tacto cálido destacando sobre el bronce.
Pasó un año y nunca publiqué esas fotos en las redes sociales, como tenía previsto, porque no se me ocurría qué poner. Y me gustó tanto hacerlas, que no quería escribir cualquier cosa como pie de foto.
Pero hoy, repasándolas y observando detenidamente el rostro desencajado de la escultura -que pensaba además que era una mujer hasta que me fijé bien en su anatomía, por cierto muy miguelangelesca-, tirado en el suelo mientras es sorteado diligentemente por el último de los hermosos toros… pues me ha venido a la cabeza un significado claro de todo aquello.
En fin: un libro en la mano de alguien impotente, con miedo, bajo unas fuerzas que en ese momento sabe mucho más poderosas que él.
Quizá es porque estaba escuchando la radio cuando miraba estas imágenes, con todo lo que eso implica. Pero está ahí, sin duda. No es difícil verlo.
No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.



Vaya eso se llama escultura, impresiona… pero más todavía el esfuerzo por salvar el Metitatio.
Saludos
Sí, la verdad es que hay que tener valor para sujetar el libro con ese morlaco encima… Un saludo, Fernando, y muchas gracias.
Antes no me dejaba dejar el comentario! Excelente reflexión y muy adecuada con el momento:) Totalmente de acuerdo !
A mí ayer WP me borró un comentario en otro blog de forma inexplicable y era tan largo que luego me dio pereza volver a escribirlo, se ve que está rebelde. Y sí, estos tiempos dan para muchas reflexiones… esperemos que no se queden sólo en eso. ¡Un abrazo y muchas gracias, Paula!